sábado, 13 de febrero de 2010

Ponle TU final

Cielos enteros, creándolo: a mi perfección a mi conveniencia a mis caprichos.
Pero nunca gocé el pensamiento de tu ser.
Nunca
Tiempo: sucesión de hilos solares, enmarañados, penetran el ahora. Demasiado, demasiado tiempo lucubrando el arriba que podría alcanzar con él. Arriba de colores ¡cierto! Un arriba policromados.
Llegaste, como aquello que no se planea. Como este cielo azul, despejado, de las lluvias torrenciales, sé, lo sé. Llovió luz.
Es el azul de nuestra inmensidad, tan cielo, separado, cercano. A la vez.
La luz, golpeaba los cristales de las ventanas, yo, seguía intentando amalgamar letras. Escribiendo, redactando, ese cuento, que nunca sale.
Las manecillas del tiempo, mientras tanto, acariciaban el tiempo, hacia la derecha morada y roja, azul, tal vez, luego seducían a la izquierda un tanto verde, otro tanto amarilla.
Para el final, la parte más fuerte, rompió el curso de las letras.
Ignore tu ser, hasta que muto, rozó mi piel, ¿acaso? …Un poco mis pensamientos.
La creación resultante, se encontraba arriba de mis piernas, debajo del escritorio, en medio de la nada.
Releía.
La nívea hoja de papel, se encontraba violada, cubierta de grafito y tinta, ella, más negra y gris, que blanco cloro. Rayada, tachada, enmendada.
El panorama, hoja sobre la madera del escritorio, junto el lápiz y la pluma…
Nimiedades que no deseo que leas, mucho menos que crees.
¡Demasiado tarde!
Mis instrumentos punzocortantes (hoja, lápiz, pluma) están en tu mano, tú maldita, cálida mano.
Creaste y acabaste el fin del comienzo.
Tus notas ya habían traspasado
El cuento estaba medio completo.